Algunos datos antes de comenzar:
Género: Drama/ quizás comedia.
Rated: (+16)
Pairing: Lee Minho/ Original
Fandom: Corea (?) Minoz (?) Hallyu fics (?) No sè si exista aún un fandom para este tipo de fics xD
Mis tulipanes rojos para ustedes,
*
¿Cuánto más
puedes alejarte de mí?
Inicio: 13 de febrero de 2013
Primera parte
Primera parte
You are
the
sun, the stars, the moon are you
and I
could never run away
from you
Radiohead— “You”
I
Suk Chul se había plantado junto a la
puerta del estudio un par de veces en el transcurso del día, sin embargo —como no resultaba sencillo para ella romper los hábitos de
un carácter reservado y sumiso—, el esposo la había escuchado
suspirar con resignación en cada ocasión al tiempo que sus pasos se alejaban
por el corredor; seguramente a la caza de alguna tarea doméstica que la
distrajera de sus tormentosos pensamientos.
No era que el marido hubiese querido
torturarla apropósito al retrasar la conversación que ella tanto deseaba tener,
pero su espíritu se encontraba en tal estado de tribulación que había
necesitado disfrutar de unas horas de soledad antes de recuperar el sosiego;
encerrar las memorias desterradas que se habían dado a la fuga luego de la
discusión que sostuviera con Dae Hyun, su hijo, aquella tarde de marzo.
Fue en el dormitorio cuando, alistados
para el sueño, el esposo al fin se dirigió a su mujer:
— Dae Hyun ha venido a pedir mi bendición:
quiere casarse con la muchacha extranjera.
Suk Chul, que estaba apartando las
sábanas, parpadeó, descolocada de repente. Su rostro se admiraba tan pálido
como su bata de dormir.
— ¿Qué le ha contestado? — preguntó, sin atreverse a fijar los ojos en su esposo.
— ¿Qué le ha contestado? — preguntó, sin atreverse a fijar los ojos en su esposo.
— Tengo que ir a Busan mañana para el festival.
La esposa apretó los dientes y se subió a la cama, correspondiendo
con frialdad las “buenas noches” de su marido. Su evasiva respuesta le había confirmado
cuál sería la postura que asumiría él en el asunto.
«Nunca la aceptaré como nuera» dictaminó en su fuero interno,
acomodándose de lado sobe el colchón.
El esposo apagó las luces.
***
Hace nueve días que llegó a Busan. Nueve días de cenas, de
eventos, de premios, de luces, de perfumes, de sonrisas y estrechamiento de
manos.
Nueve días de recuerdos manifestándose como fantasmas.
El señor Lee se encuentra en el Donenu, un cómodo restaurant de Haeundae. Está comiendo carne a la parrilla. Le gusta como la preparan en ese lugar porque la sazón le recuerda a su madre. Definitivamente se ha hecho mayor, se dice, no hace más que revivir con nostalgia el pasado. Pincha un trozo de carne y lo mastica lentamente, piensa en Dae Hyun, una sonrisa triste se dibuja en su rostro. El hijo se parece a él mucho más de lo que creía…
El señor Lee se encuentra en el Donenu, un cómodo restaurant de Haeundae. Está comiendo carne a la parrilla. Le gusta como la preparan en ese lugar porque la sazón le recuerda a su madre. Definitivamente se ha hecho mayor, se dice, no hace más que revivir con nostalgia el pasado. Pincha un trozo de carne y lo mastica lentamente, piensa en Dae Hyun, una sonrisa triste se dibuja en su rostro. El hijo se parece a él mucho más de lo que creía…
En la mesa vecina resuena una risa femenina. El señor Lee
observa a la mujer, más bien mira sus manos, los pequeños dedos sostienen una
servilleta y limpian con ella la salsa derramada sobre la superficie marmórea. Al
hombre le salta el corazón dentro del pecho: ha reconciliado aquél gesto con el
hábito de otra persona. Se resiste a contemplar la cara de la dama, quiere anclarse
a la ilusión un rato más. Finalmente, la señora se retira del restaurante en
compañía de sus amigos (él supone que lo son) y, al cabo de una hora, él hace
lo propio. Un joven del personal de servicio le abre la puerta al salir y lo
invita a regresar pronto, también le asegura que es un gran admirador suyo, que
ha visto todas sus películas y sus series, dice que es una lástima que se haya
retirado de la actuación pero que siempre está atento a sus nuevos proyectos
como director…y parlotea y parlotea. El señor Lee da las gracias, firma un
autógrafo y se marcha.
Caminando por la acera, rumbo al hotel, echa un vistazo al
cielo nocturno. ¡Hay tantas estrellas!…se relame los labios, siente deseos de
fumar. Mientras revisa sus bolsillos, en busca de algún cigarrillo olvidado, no
puede esperar a acostarse. Un sentimiento de anticipación le carcome el
estómago. Ya sabe con quién soñará esta noche.
II
— Dijiste que si tus padres no
aprobaban a la mujer que amas entonces huirías con ella, pero quizás, mientras
pronunciabas esta promesa, te referías a una persona que compartiera tu misma
cultura o que al menos tuviera en su árbol alguna ascendencia europea. En
cambio, yo vengo de un país de descansos, de una tierra quebrada, mi sangre es
tan caliente que me abrasa la piel y mi mirada no es nada solemne sino como la
del niño huérfano que se relame, envidioso, los labios, al contemplar a quien
goza de mejor fortuna — dice Tanis,
sintiendo cómo la garra helada estruja su corazón y la obliga a escupir la hiel
que lleva por dentro.
— ¡Soo Jin! — grita él, alejándose del escritorio. Se
detiene ante ella. — ¡Mi querida, Soo
Jin! — repite, asiéndola por los hombros y aprisionándola contra su pecho.
Tanis lucha por liberarse. Todo esfuerzo es infructuoso. Conforme ella insiste
en oponer resistencia, el hombre responde duplicando la fuerza de su agarre.
— ¡Mientes, mientes! ¡Me estás
lastimando!
Él la obliga a encararlo, puede adivinar
su intención en el gesto de sus labios, atisba el dolor que lo embarga en las
lágrimas que brillan en sus ojos. Tanis-Soo Jin aferra sus antebrazos con las
uñas. ¡Ojalá pudiera herirlo más! ¡Ojalá que sus recuerdos se conviertan en una
Furia que lo atormente para siempre!
Cuatro piernas flaquean y se deslizan
hacia el suelo, reposando de rodillas sobre la alfombra. Las bocas luchan a la
luz del fuego.
La mujer despierta. Tiene rastros de líquido reseco en las
mejillas. Se sienta a la orilla de la cama, el suelo conserva el frío de la
madrugada. Comprueba la hora en el reloj de su mesita de noche: 6:30 a.m. Muy oportuno.
*
La tetera empieza a silbar, el sonido la descubre en el baño con un bigote de espuma. Trota hasta la cocina y apaga la hornilla. El agua caliente salpica un poco al verterla en la taza con la bolsita de té. Vuelve rápido al baño para acabar de cepillarse los dientes y se topa con un estreno de cuarentona en el espejo que hay sobre el lavabo.
— Los años me están pasando factura — murmura
para sí misma. Sus arrugas guiñan cada vez que frunce el ceño o se ríe, tiene
unos brotecitos de canas en el centro de la cabeza y bajo el mentón se le
insinúa una papada porque ha engordado cinco kilos. Además está tomando Venastat para la circulación y Calcibón para mantener a raya el inicio
de osteoporosis que el doctor le descubrió el año anterior. Escupir, enjuagar,
escupir otra vez. Se seca con un paño y, acto seguido, se dirige a la terraza. Le
pican los dedos por escribir.
Realiza una parada para coger la taza de té con unas galletas
Hony Bran y, dado que en su vía a la terraza debe atravesar el salón, interrumpe
su avance nuevamente al avistar la lucecita roja del contestador. Tiene cinco mensajes.
Dos son de su madre, otro de Bianca, su editora, (“¿cómo va nuestro próximo
bestseller?”) y los dos últimos son de su sobrina, Lucía, que pide ver a su
querida tía Tanis con urgencia.
III
Suk Chul yace estática en medio del sótano. Por lo general no
suele asomar la nariz en ese agujero oscuro si el esposo está en casa, no
obstante, las circunstancias actuales son otras: el señor Lee ha telefoneado
temprano para avisar que alargará su estancia en Busan al menos tres días más.
Delante de ella resplandecen los trofeos de su esposo,
exhibidos en varias repisas adosadas a la pared; la mayoría son de su época de
actor. Asimismo, hay unos cuantos marcos de fotografías, cajas repletas de
obsequios y antiguos pósters promocionales; Suk Chul se acerca a uno en el que
su marido modela vestido como un guerrero de la era Goryeo, sus dedos rozan la
lámina de vidrio que protege la imagen y en su mente se dibuja la faz de su
hijo. Dae Hyun era una réplica casi perfecta del padre durante sus años mozos. Compartía
con éste la nariz recta, los ojos oscuros, el ovalado mentón y los hoyuelos de
la risa. En las cejas delgadas y la boca, de labio buteno, había salido a su
madre.
La mujer se aproxima a otro póster, en éste su marido sonríe
mirando directamente a la cámara, sus ojos tienen un brillo especial…como el
reflejo de la luna llena sobre un lago congelado. Suk Chul siente curiosidad y
lee los datos de la serie, al parecer se titulaba “Obsidiana” y era la
adaptación de la novela homónima de una escritora extranjera, una tal…
— ¿Señora Lee?
— ¿Qué sucede, So Ra? — le pregunta al ama de
llaves por encima del hombro.
— El señorito Dae Hyun está en el salón amarillo
con la abuela.
— Ahora voy.
— Sí, señora — So Ra se retira con una
reverencia.
Suk Chul echa un último vistazo, el nombre que pone el póster
está escrito en letras latinas: Ifigenia Zambrano.
Fin de la primera parte.
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A ver a dónde me llevas, querido señor Lee.
Mis tulipanes rojos para ustedes,
Belle.
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