lunes, 15 de abril de 2013

Octantis - Segunda parte (III)


III

Lucía encontró la blusa por casualidad. Era un modelo anticuado, de cuello Mao y mangas cortas, que tenía unas leves manchas rosáceas en la zona del pecho. La muchacha metió el cesto de mimbre con los trapos viejos de su tía en el armario y terminó de abotonarse la blusa, probablemente su ropa no tardaría en secar. Sacudiéndose el cabello mojado en una toalla se aproximó a la salida del cuarto; el rumor nostálgico de un piano llegó a sus oídos, amortiguado por la puerta. Lucía se dio el lujo de aventurarse al pasillo descalza.

En el salón, la tía Tanis se reajustaba las gafas con el meñique mientras apuraba unos apuntes en un bloc. La mujer no cayó en cuenta de la presencia de su sobrina hasta que ésta, asustada por el rugido de un trueno en las afueras, liberó un jadeo lastimero. Entonces, los ojos marrones de Tanis se fijaron en ella. Lucía se preguntó si no habría imaginado aquél leve tirón en la mejilla de su tía un segundo previo a la franca sonrisa habitual.

—¿Te gustaría tomar una copa de vino? El merlot va muy bien con Chopin — dijo Tanis, haciendo un gesto hacia el reproductor de música. 

—Sí.

—Vale, dame un momento.

Lucía asintió, arrojándose sobre uno de los sillones que circundaban la mesita de té. En el acto, sintió un pinchazo en una nalga y, mordiendo una grosería, metió la mano en una hendidura lateral del asiento para conocer la causa: una pluma fuente. 

—¿Otra estilográfica? Había una como esta en el baño también — comentó, dejando traslucir su curiosidad. 

—Sí, es por precaución— replicó la voz de Tanis desde la cocina— Me gusta tener pluma y papel al alcance de mi mano por si tengo alguna “epifanía”.

—¿Tenías una epifanía ahora? — cuestionó la muchacha, mirando el bloc de notas que su tía sostuviera minutos antes, encima del sofá. 

—Nah, unas visiones desvaídas nada más…— dijo, sus pisadas retornaban al salón.

—¿Sobre qué? 

—Recuerdos — murmuró Tanis, extendiéndole la copa. El segundo trueno consiguió arrancarle un destello a los cristales de sus lentes. Esta vez, Lucía se convenció de que el tic de su mejilla había sido autentico. — Bueeeno, es obvio que este chaparrón no menguará en un rato ¿qué tal si me cuentas sobre ese novio tuyo que te tenía tan mortificada? — propuso, conforme se llevaba la copa a los labios y lanzaba un rápido vistazo al pecho de la vieja blusa que usaba su sobrina.

***

Hee Jin había hecho la sugerencia, el “no” de Ifigenia había brotado inconscientemente. No, no mandaría la blusa a la tintorería, no era necesario ¿a quién le importaba la blusa? Luego podía ir a comprar otra en el mercado de Namdaemun. 
La curiosidad, ése era el tema que Ifigenia deseaba zanjar. 

—Hee Jin-ah — llamó. La aludida, que se hallaba evaluando el itinerario de la siguiente semana, volvió su rostro hacia ella — ¿eres fan de Lee Minho? 

—¿fan? — Hee Jin parpadeó, la pregunta la había atrapado con la guardia baja: no logró controlar la franja de rubor que le coloreó las mejillas. 

«Te tengo» pensó Ifigenia, un brillo peculiar se instaló en su mirada cobriza.

—¡Qué buena suerte! — exclamó, juntando las palmas de las manos y rotando la silla de la computadora en su dirección. — Supongo que no te importará que te haga unas preguntas ¿verdad?

—N-no — replicó Hee Jin, su boquita de muñeca Kabuki se torció en una sonrisa falsa.

La atmósfera se inoculó de suspense; de esa pesada sensación que te hace contener el aliento cuando observas un show de cuchillos: Hee Jin era la asistente atada al tablero e Ifigenia, el lanzador. Cada pregunta era una hoja afilada que volaba, veloz, certera, hacia la diana y Hee Jin tenía que esforzarse para captar el ritmo y confiar en que el diestro lanzador no la dañaría, ni pretendía hacerlo. “¿Cuándo debutó Lee Minho como actor? ¿Quiénes son sus padres? ¿Tiene una carrera universitaria? ¿Por qué te gusta? ¿Cuál ha sido su papel más aclamado? ¿Eres cercana a él? ¿Por qué quiso ser actor? ¿Contribuye con alguna organización benéfica? ¿Tiene club de fans? ¿Eres miembro? ¿Ha tenido novia? ¿Se ha visto involucrado en algún escándalo?...”

—¿Por qué de pronto tiene interés en todo esto? — inquirió Hee Jin, aprovechando la pausa reflexiva de su interlocutora. 

—Me motivan fines profesionales, por supuesto — respondió Ifigenia, adoptando una postura india sobre la alfombra y sacudiendo la colilla del Seven Star sobre el cenicero — Él va a interpretar a mi personaje. 

Hee Jin no entendía cómo podía serle útil a ella esa información pero optó por guardar silencio.

*


—Gracias por tu duro trabajo — dijo el fotógrafo.

—Usted también lo ha hecho bien — Minho hizo una reverencia. La modelo que había sido su pareja en la sesión le dedicó una mirada coqueta al avistarlo abandonando el plató fotográfico. Él le correspondió con una sonrisa de labios apretados y se adentró en el pasillo que conducía a su camerino para devolver el vestuario.
.

Al salir rumbo al estacionamiento su mánager se dirigió hacia él con un gruñido:

—Estás cojeando otra vez. 

Minho arqueó las cejas — No lo había notado.

—Ya — murmuró su hyung, desactivando las alarmas de la camioneta. — Sé que te gusta apegarte a la piel de tus personajes pero ¿podrías reservarte esa cojera sólo para cuando vayas a grabar? Recuerda lo que le ocurrió al actor británico que hacía de Doctor House…

—Lo tendré en cuenta — respondió, cerrando la puerta trasera.

—Excelente. Ahora, atendiendo a otros asuntos, me comunicaron que la actriz principal ya ha sido confirmada. La rueda de prensa será muy pronto. 

—¿Quién es la protagonista?

—La señorita Moon Geun Young.

—Hum…ella estudió literatura coreana ¿cierto?

— Sí, creo que sí ¿por qué?

«Si es así tendrá cosas en común con la escritora» pensó Minho. — Por nada, hyung. ¿Te importa si me tomo una siesta? 

—Adelante. Estaremos en la agencia dentro de veinte minutos. 

Minho se reclinó con comodidad en el asiento y chequeó su celular para cerrar la ventana de red que tenía abierta: “Ifigenia Zambrano recibe galardón del concurso Terminemos el cuento”. Acto seguido, se dispuso a dormir. 

*

Adaptar un guión a un libro de trescientas páginas no era simplemente coser y cantar. Y si a eso le sumabas las dificultades que acarreaba la traducción de ciertos términos a un idioma extranjero, la situación adquiría un cariz demoledor. Encerrada en el departamento de dramas de la SBS, a Ifigenia le estaba costando resistir el impulso de mesarse los cabellos, en tanto, le explicaba por tercera vez a su compañera, la guionista Yoo, el significado de la expresión “Jalar bolas”, que ésta había señalado en el libro.


Presión, presión, presión. Que si el elenco y los actores principales están listos, que si el espacio para emitir está pautado, que si el presupuesto está cuadrado, que si las ubicaciones de grabación, que si los contratos, que si la banda sonora, que si el Schedule; tic-tac, tic-toc ¿dónde está el guión?


—Parezco el cadáver de la novia — dijo Ifigenia una tarde, admirándose en el espejo del aseo de damas. 


Su habitación de hotel se había convertido en un tiradero de envases de ramen y Pop Top porque había prohibido la entrada del personal de mantenimiento. “Hacen demasiado ruido con sus aspiradoras y tengo que concentrarme en el trabajo” fue la excusa que le dio a Hee Jin. Casi nunca salía del cuarto, salvo para ir a reunirse con los guionistas, y no recibía visitas. Las interacciones con su niñera (como había apodado a Hee Jin) se limitaban a cortos mensajes de texto en los que le notificaba sus avances.

“No te presiones demasiado”, le había escrito en una ocasión su hermana Cecilia en el chat de Skype. “Decir eso en Corea es una blasfemia”, había contestado ella medio en broma. 

Por fin, a mediados de abril, consiguieron armar una trama coherente y fluida que abarcaría once capítulos de una serie que estaba planteada para veinticuatro. El equipo sometió los escritos a evaluación y, gracias al cielo, hubo una ola de aprobaciones. 

—Maravilloso. Con esto será suficiente por ahora — dijo el director, encabezando la mesa de reunión.

—¿Por ahora? — cuestionó Ifigenia.

—Así es, nunca se sabe cuando puedan presentarse dificultades con un actor o cómo nos recibirá la audiencia, siempre hay que estar preparados para la tempestad. Gracias a todos por su ardua labor. Mañana haremos el comunicado de prensa y, si todo sale bien, Obsidiana estará al aire en agosto. 
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La costura del vestido la estaba matando y los zapatos de tacón le habían producido ampollas. Ifigenia se humedeció los labios con la lengua y reprimió un juramento cuando el flash de una cámara la capturó desprevenida. Sentía los ojos irritados y lamentó no haber metido unas gafas oscuras en su bolso de mano.

—Tenga — murmuró Hee Jin, apareciendo a su lado, como si le hubiese leído el pensamiento. — Deberá quitárselas una vez que todos estén en el auditorio, pero puede usarlas un rato para descansar la vista en lo que los reporteros se abalanzan sobre los actores. 

—Mujer, siempre me cubres las espaldas, gracias. 

—Aunque me gustaría llevarme el crédito, no he sido yo — objetó la muchacha. Y se esfumó para acatar una orden del director antes de que Ifigenia pudiera pedirle que justificara sus palabras.


El gran cartel promocional de Obsidiana servía de fondo para las fotografías y para el mesón con micrófonos y agua mineral que ocuparía el equipo durante la rueda de prensa. A Ifigenia le sudaban las manos, la boca de su estómago ardía. 

«Está bien, estoy acostumbrada a las entrevistas», canturreó en su mente. No obstante, bastaba una mirada hacia la entrada del auditorio para que la bilis le quemara la garganta. Se revolvió, incómoda, sobre la silla. 

—¿Nerviosa? — preguntó el guionista Jung Hyun Jung, a su derecha. 

—Un poco…más bien bastante.

—Todo estará bien, trataremos de que enfoquen sus preguntas en nosotros — intervino Moon Geun Young, sonriendo mientras se sentaba tres sillas a la izquierda.

Ifigenia apreció aquél gesto. La señorita Moon había estado en el estudio un par de veces durante el desarrollo de los guiones, demostrado un sincero compromiso con su personaje y un genuino interés por la historia del libro, que no vaciló en volcar en preguntas para su autora; ambas habían hecho buenas migas.


Lee Minho fue uno de los últimos en acceder al recinto. A Ifigenia le parecía como si el encuentro en la heladería hubiese sucedido hace siglos; escudada tras el cristal ahumado de las gafas, lo contempló más tiempo del que dictaba la cortesía, y más aún del que ella habría estado dispuesta a tolerar de haber sido consciente de su propia actitud.


Continuará…

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Espero que pronto puedas leer estas líneas. Pronto, pronto, pronto...

Belle.


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